lunes, 25 de octubre de 2010

El tablero de ajedrez

La perfección sublime de la pieza de ajedrez que brillaba volcada sobre la alfombra era lo único que se encontraba fuera de lugar en la habitación. El cuerpo, que era de un hombre de 74 años, había sido encontrado en el suelo acurrucado junto al piano. Estaba en posición fetal con las manos agarrotadas sobre el pecho, había tenido tiempo de apoyar prolijamente un vaso de whisky sobre la cola del piano. Éste se encontraba todavía lleno y ninguna gota había sido derramada sobre la pulcra superficie de madera brillante.

El inspector Fischer no tardo mucho en notar el pequeño y corto mango del puñal que el anciano tenía clavado en el pecho. Una sola gota de sangre casi imperceptible asomaba por sus labios. Durante el transcurso del día, el inspector se movió ágilmente realizando múltiples investigaciones e interrogatorios. Al caer la noche, volvió a la escena del crimen para una última mirada cuando el cadáver ya había sido retirado. Se permitió servirse un whisky y se sentó en el sillón para repasar su bloc de notas.

EL CABALLO: Es un hombre pequeño y pulcro, muy conversador y bastante astuto. Pasó la mayor parte de su vida entrando y saliendo de la cárcel. La preocupación por su vestimenta lo llevó a protagonizar situaciones insólitas, como la vez que en el penal, acuchillo a un interno que le había manchado la única camiseta limpia que le quedaba. Conocía al difunto porque veinte años atrás, cuando todavía era un adolescente, había aprendido de él la forma de ganarse la vida haciendo trampa en las cartas. Hace unos meses lo visitó para saldar parte de una antigua deuda que tenía con él.

LA TORRE: Nació en la más absoluta pobreza y sus padres prácticamente estuvieron ausentes durante toda su vida. Es totalmente analfabeto y a duras penas puede sumar y restar, pero es conocido y respetado por su brutalidad sin límites y especialmente por su fuerza. En el barrio circula una leyenda que dice que una vez un adolescente quiso asaltarlo con una hoja de afeitar y él lo agarro por sus extremidades y le arranco la cabeza de cuajo. Prácticamente nadie se le acerca. La portera lo vio sentado en los escalones del edificio la mañana del crimen.

EL ALFIL: En sus mejores años fue arquero de futbol, su altura y agilidad lo favorecen notablemente para esa tarea, pero ahora ya tiene más de cuarenta años y su estado físico está muy deteriorado, sin embargo, sigue siendo bastante rápido, y luego de intentar infructuosamente ganarse la vida de formas honradas, comenzó su carrera delictiva asaltando farmacias, kioscos y mercados de barrio. Lo vieron merodeando por la zona y dos comerciantes de la cuadra aseguran haber sido asaltados por él el día del homicidio.

EL PEON: Es un albañil que está apuntalando algunas de las paredes del edificio desde hace varios días. Es un hombre extremadamente violento, integrante de una barra de la zona que tuvo severos enfrentamientos con la policía. Fue detenido en incontables ocasiones siempre por causas poco relevantes, ebriedad, desorden en la vía pública, resistencia a la autoridad. En el momento del crimen estaba trabajando en el piso del difunto.

EL REY: Su posición social y económica es buena. Sin embargo, es un célebre estafador y no hace diferencias entre sus objetivos. Logró engañar a gerentes de grandes empresas quitándoles sumas importantísimas de dinero, pero también estuvo envuelto en estafas pequeñas a comerciantes incautos y a jubilados. A pesar de todos los esfuerzos, los fiscales jamás pudieron probar nada contra él. Intentó estafar a la víctima con una herencia muy importante que había cobrado meses atrás. Pero el viejo se percato de la jugada y pudo evitarla. La semana anterior al crimen el abogado del muerto había iniciado acciones legales contra el estafador, aparentemente con pruebas contundentes.

El inspector se levanto del sillón, paso junto al tablero de ajedrez y observo las piezas que se encontraban prolijamente acomodadas en su posición inicial. La lujosa mesa tenía los casilleros grabados sobre el mármol. Solo faltaba una reina, que seguía tirada sobre la alfombra.

Algunos días después, el inspector Fischer se despertó con un llamado de la comisaría. El joven oficial que lo llamaba parecía desconcertado y le pidió que se presentara lo antes posible porque algo extraño estaba sucediendo. Al llegar a la seccional el inspector se encontró con un revuelo y con cinco detenidos, que al parecer se habían entregado por su cuenta. Todos tenían prontuario y el inspector los reconoció inmediatamente con solo leer algunas palabras: Un ex presidiario, un matón, un asaltante, un albañil y un estafador. Todos ellos se habían declarado culpables del crimen que él estaba investigando.

LA REINA: Es la sobrina del difunto. Joven, hermosa como un diamante, ambiciosa, cruel, soberbia. Siempre fue una chica malcriada y ahora se convirtió en una mujer peligrosa. Manipula a los hombres a la perfección y siempre logra lo que quiere. Vive frente al departamento de su tío, y es su pariente viva más directa. Ella sabe que el fallecido heredó una fortuna hace tan solo unos meses, y que guardó ese dinero intacto en su cuenta bancaria sin gastar ni un peso.

Su poder de disuasión era casi mágico y él pudo comprobarlo en el instante mismo en que estuvo frente a su puerta. La joven hechicera había despertado en tan solo cinco minutos sentimientos que él jamás había experimentado en su solitaria vida. Luego de tres horas que fueron las mejores de su existencia, el inspector se retiro de la casa de la muchacha con su cabeza completamente en blanco. Lo único que atinó a pensar fue que ya tenía cinco detenidos para un solo crimen, y que eso sería más que suficiente.

martes, 12 de octubre de 2010

Recuerdo junto a un árbol

En la Patagonia, en la zona de los siete lagos, un hombre llamado X es el cuidador del camping que esta junto al lago Traful. X vive solo en una pequeña casita de madera, el camping es agreste y no hay baños ni electricidad. La familia de X es de origen mapuche y él pasó en los campos de la zona casi toda su vida.

X se levantó enfermo una mañana de Agosto en que el camping estaba vacío, su cabeza giraba y al parecer tenía fiebre. Aunque en la casa había un botiquín de primeros auxilios con medicamentos, X no confiaba en la medicina tradicional. La temperatura corporal subió hasta el extremo al remontar la tarde, y a eso de las 7, mala hora para la fiebre, X recordó entre delirios un árbol hueco donde había guardado algo muchos años atrás. Por algún motivo, no podía recordar cuál era el tesoro que ahí se escondía, pero frente a sus ojos afiebrados, se dibujaba con claridad la figura del árbol, y algo en su corazón le indicaba que lo que allí dentro había era de una importancia crucial para él.

Temblando, se levantó de su cama y se vistió, las gotas de transpiración removían la tierra de su rostro dibujando surcos. Afuera hacía un frío seco y azul, los sonidos se oían diferentes y el ruido de las hojas secas chocando en las copas de los árboles le daba dolor de cabeza. Era un sonido agonizante, que parecía iba a dar paso al silencio de un momento a otro, pero a cada ráfaga, se hacía más intenso y más agonizante.

X sabía que el árbol hueco se encontraba unos cinco kilómetros al norte de la tranquera que había en la entrada del camping, junto a un camino angosto de tierra. Ya no se veía la luz del sol, pero X se sentía mucho más cómodo y seguro bajo las estrellas, y cuando el viento cambiaba, traía un ruido como de agua que venía desde el lago.

La caminata fue más larga de lo normal, a cada paso, el mareo y la fiebre parecían aumentar. Por momentos, X no recordaba adónde iba ni que hacía, pero inmediatamente venía a su cabeza la imagen del árbol hueco y su inexpugnable misterio. Había algo que lo inquietaba, no era posible que no recordara lo que él mismo había guardado ahí años atrás. Era como si esos momentos pertenecieran a otra vida.

Pero otros recuerdos acudieron a la memoria de X que en sus años de juventud, había frecuentado esos mismos caminos, y una calurosa noche de primavera, se había detenido en ese mismo lugar, junto al árbol hueco. No estaba solo en ese entonces, lo acompañaba la mujer con la que había soñado toda su vida, desde el día mismo de su nacimiento, y con la que todavía soñaba. Ella era una niña, fresca, divertida. Su risa sencilla pero profunda hacía que X intentara lo imposible por recordarla, pero el rostro de la muchacha había sido borrado por el tiempo. Aquella noche, junto al camino de tierra, estuvieron sentados en silencio frente a frente durante un momento que X soñaba eterno. Al parecer se habían besado, aunque a veces, X dudaba de la nitidez de sus recuerdos.

Finalmente, el momento de la llegada al lugar del árbol es borroso y se desvanece como una nube en una noche de viento. X despierta y está sentado con su espalda apoyada contra el árbol hueco, serían ya las tres de la madrugada. La fiebre había bajado y sin cerrar los ojos, X tuvo una visión casi perfecta de los rasgos de una mujer joven que sonreía. Le sonreía a él. Dentro del árbol no había nada, pero X sentía que su búsqueda había finalizado.

Esa noche marcaría a fuego lo que le quedaba por vivir, ya que después, vendrían otras noches de recuerdos volátiles, que serían solo recuerdos de imágenes, recreaciones mentales. Recuerdos de recuerdos. Como si las noches se fueran metiendo unas dentro de otras eternamente, hasta que los rostros vuelvan a tornarse borrosos, hasta que cada recuerdo fuera un espejo que se refleja a sí mismo, hasta que ya sea imposible de contar cuántas noches caben en una noche.