miércoles, 26 de mayo de 2010

Exocoetidae

"Su nombre exocétido proviene del griego, exo-koitos, 'yacer fuera' en el
sentido de 'dormir bajo las estrellas', por el hecho de que no es raro que
queden varados en las cubiertas de los barcos al salir del agua por las noches."

Hace algunos años, un caprichoso deseo de tener una pecera se hizo fuerte en mi. Recuerdo que una tarde, en un acuario de mi barrio conseguí una hermosa pecera con elegantes adornos de ceramica y una tapa de vidrio con un tubo de luz incorporado que hacia lucir los colores de una forma magnifica. Para empezar, compre unos diez peces pequeños.

El tiempo pasó, los diez peces eran cada vez mas grandes y la pecera dejó de ser una novedad para pasar a ser un elemento decorativo en mi habitación. Un dia, mientras realizaba la limpieza del acuario, la tapa de vidrio cayó al suelo y se partió en varios pedazos. Intenté conseguir otro vidrio de la misma medida, pero al no encontrar uno adecuado, decidí dejar la pecera sin tapa.

Una noche, mientras dormía, escuché un fuerte ruido de agua, como si algo cayera dentro de la pecera, y luego, un golpe fuerte en el suelo seguido de golpes mas suaves. Encendí la luz asustado y al mirar al piso vi un gran pez dorado retorciendose todavía mojado. Lo tomé suavemente con la mano y lo volví a meter en el agua.

Generalmente, me cuesta mucho recordar lo que sueño. Muchas veces despierto en medio de la noche sobresaltado y nervioso, con la impresión de haber tenido una pesadilla, pero sin recordar absolutamente nada. A partir del episodio del pez en el piso, esto comenzó a sucederme constantemente. Casi todas las noches. Finalmente, en medio de una noche, abrí los ojos violentamente. Solo podía ver la nitida uniformidad de la oscuridad. Desperte transpirado y con una horrible sensación de estar perdido en el tiempo y en el espacio. Una vez consciente, un sueño casi nebuloso fue volviendo lentamente a mi cabeza.

Uno de los peces subía lentamente a la superficie de la pecera, y de repente, el agua y el aire comprendian un mismo elemento, lo que permitia al pez, liberarse del estupido mundo al que yo lo tenía reducido, y con la misma lentitud con la que flotaba en su jaula de cristal, comenzaba a flotar libremente por la habitación, como si el mundo entero fuese ahora una pecera. En el sueño, yo era una entidad inexistente, que no tenia cuerpo, pero que observaba a ese único pez flotando en el aire con un profundo sentimiento de terror e impotencia.

El sueño comenzó a repetirse todas las noches. A veces lo recordaba claramente, otras veces me despertaba transpirado sin saber porque, y otras veces, no comprendía si lo que recordaba era el sueño, o el sueño de la noche anterior, o el recuerdo del sueño, o el recuerdo del recuerdo. Durante el día, el cansancio solía vencerme fácilmente, y durante la noche, tardaba varias horas en dormirme, para despertarme aterrado nuevamente luego de unas pocas horas de descanso de mala calidad.

Cuando la situación comenzó a tornarse seria para mi, decidí dar batalla. Aún recuerdo la felicidad del día que llegué a mi casa con una nueva tapa de vidrio para la pecera, o el día que cuidadosamente transporté el acuario al living, liberando a mi habitación de su oscura presencia. Subestimé seriamente a mis propios fantasmas. Nada de esto pudo hacer algo por mis pesadillas más que acentuarlas. Los sueños recurrentes eran cada vez más recurrentes. El pez dorado flotando en la habitación, con sus ojos hinchados y su mandibula descolocada, me producía una sensación de fatalidad que destruía mis nervios por completo


Una mañana, desperté de mi mal dormir y me dirigí al comedor pensando seriamente en librarme del artefacto causante de mis pesadillas. Uno de los peces flotaba inerte en la superficie de la pecera. Su cuerpo parecia hueco, como si hubiera sido comido por una especie de hongo. Al principio la situación me resultó horrible, pero lentamente, casi pude escuchar como una puerta se abría en el fondo de mi cabeza. Los peces comenzaron a morirse uno a uno con el pasar de los días. Yo procuraba pensar que intentaba evitarlo, pero en el fondo, no veía el momento de deshacerme de esa maldita pecera.

Finalmente, el último habitante de mi infierno de vidrio murió un domingo. Recuerdo que tardé menos de 30 minutos en desmontar la pecera por completo y transladarla al sotano de mi casa. Esa misma noche, un pez dorado con aspecto espectral y un agujero blanco que cubria todo su flanco, entro flotando lentamente a mi habitación. Encendi la luz, pero la vision era real. Lentamente, me acurruque en la cama y cubri mi cabeza con las sabanas.

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