miércoles, 2 de marzo de 2011

Cambio computadora último modelo por máquina de escribir en buen estado (con campanita)

En una época, cuando todavía cursaba en la facultad, había decidido que cómo en el colectivo (y solamente ahí) me convertía en un agudo filósofo observador de la realidad, iba a empezar a viajar con un bloc de notas para volcar mis ideas y después desarrollarlas. Me acuerdo que compre el blocsito y lo lleve en la mochila un tiempo, había logrado escribir dos o tres pavadas y pensé que quizás estaba empezando a funcionar, pero me equivoque, casi inmediatamente deje la facultad y se acabaron los viajes en colectivo.

Todavía más que la falta de ideas para escribir, me molesta el hecho de no poder lograr un estilo literario definido, generalmente me sale escribir en un lenguaje acartonado, semi-formal, que me disgusta y me hace sentir aburrido. ¿Pero qué puedo pedir?, los momentos que le dedico a la escritura son realmente poco frecuentes, y si hay algo que tengo claro, es que lo único imprescindible para generar algo parecido a un estilo, son horas, horas, y muchas más horas, de "culo en la silla". Estas horas de práctica, prueba y error, que claramente me faltan, son las que me hacen cuestionarme, las que me hacen darme cuenta que no escribo por falta de concentración, que no escribo porque cada vez que me siento a intentarlo termino haciendo cualquier otra cosa, que lo más cerca que estoy de escribir todas las noches es tener el documento en blanco frente a mis ojos y las manos listas sobre el teclado.

Lo de las manos sobre el teclado es interesante, el otro día, repasando cuentos y boludeces que escribí hace mucho tiempo, caí en la cuenta que, de todo lo que tengo escrito, lo que más me gusta, es lo que escribí a mano. Me pongo a pensar que definitivamente el mío es un problema de concentración, la computadora me distrae. Mientras escribo con un ojo, con el otro estoy mirando los iconos de Facebook y Messenger para ver si alguno titila, escucho alguna música relajante, pero cada tanto tengo que abrir el Winamp que está en suflé porque se cuela algún tema que me martilla el cerebro, a mis espaldas esta la tele prendida con el partido en mute, y me tengo que dar vuelta todo el tiempo, no sea cosa que me vaya a perder un gol.

Lo bueno, es que adquirí el hábito de escribir usando el bloc de notas de Windows y no el Word o algún otro procesador de texto. No puedo soportar ver tantos botoncitos en la pantalla, tener que estar pendiente de la alineación y balanceo, poner los títulos en negrita, las palabras en otro idioma en itálica, me explota la cabeza cuando el corrector ortográfico del Word me empieza a subrayar palabras en rojo (A esta altura me estaría sugiriendo que en lugar de shuffle ponga suflé, y quizás hasta le haría caso para demostrar de una vez por todas que ese corrector ortográfico es una verdadera mierda). El bloc de notas, en cambio, es pura paz y armonía, cuando esta maximizado, todo lo que se ve es la pantalla pura y blanca interrumpida solamente por las letras negras, letras sin nombre, sin tamaño, ni sans serif ni con serif, no me importa, el bloc de notas es como una dictadura de los procesadores de texto, pero ahí todos somos felices porque no tenemos que elegir nada, simplemente escribir. Deberían inventar un aparato que sea solo un teclado con una hoja en blanco, y al apretar cada tecla, los caracteres van apareciendo en la hoja.

Entonces el próximo paso quizás sea poner una máquina de escribir en el living. Me imagino una mesita antigua, como esas que tienen un pedal abajo y arriba una máquina de coser, pero en lugar de la máquina de coser, una Olivetti 5000 (no sé si eso es un modelo de máquina de escribir, pero suena bien) lista para tipear. Con un banquito sin respaldo y un velador de esos que apuntan al techo. Si logro eso capaz que podría tirar la computadora a la basura y vengar un poco a todas las máquinas de escribir que sufrieron ese destino en los noventa por culpa de la revolución informática.

Me acuerdo que en la casa de mi abuela había una máquina de escribir, y de pibe siempre quería usarla pero no me dejaban. Motivos no faltaban, yo siempre fui (y sigo siendo) un experto en romperlo todo, pero ¿qué tan fácil podía ser romper una máquina de escribir como para no dejar que un pibe de ocho años juegue un ratito? Hoy a un nene de cuatro ya le dan una computadora, y yo a los ocho tenia vedado el acceso a una simple máquina de escribir, que paradoja.

Definitivamente, en mi búsqueda de la concentración absoluta, el escalón siguiente al bloc de notas será la máquina de escribir. Me la imagino en el medio del living de mi departamento, siempre lista, sin esos tediosos segundos de espera que hay al encender una computadora, sin la distracción de ese mar infinito de información, conversaciones, juegos online y pornografía que es internet. Quizás no logre alcanzar la utopía de tirar la computadora a la basura, pero me imagino solo, por las noches, con las luces apagadas y la computadora sin prender. Sentado en mi máquina de escribir (en realidad frente a ella), iluminado por la luz tenue de mi velador con dimmer y escribiendo sin parar, golpeando las teclas con placer violento y disfrutando a cada salto de línea el sonido de la campanita esa que suena cuando pasas de línea (si no tiene la campanita no la quiero). Me imagino y casi me siento Borges. O Superman. Lástima que no fumo, porque el cenicero lleno de colillas quedaría bárbaro al lado de la Olivetti.